
11 de marzo de 2025 – Hoy se cumplen cinco años desde que la Organización Mundial de la Salud declaró al COVID-19 como una pandemia global, un momento que marcó un antes y un después en la historia contemporánea. En este lustro, el mundo ha cambiado de maneras profundas e irreversibles. Mientras recordamos con respeto y solemnidad a los millones de personas que perdieron la vida a causa del virus —familias rotas, comunidades devastadas y héroes anónimos que dejaron un vacío imborrable—, también es un momento para reflexionar sobre lo que hemos aprendido, lo que hemos ganado y los retos que aún enfrentamos en esta nueva realidad.
Un Tributo a los que ya no Están
Antes de mirar hacia adelante, es esencial detenernos para honrar a quienes ya no están con nosotros. El COVID-19 se llevó a más de siete millones de vidas confirmadas, según cifras oficiales, aunque los expertos creen que la cifra real podría ser mucho mayor. Cada número representa a una persona: un padre, una hija, un amigo, un vecino. En los días más oscuros de la pandemia, vimos hospitales desbordados, despedidas a través de pantallas y entierros en soledad. Ese dolor colectivo sigue resonando, y es nuestro deber mantener viva la memoria de aquellos que partieron mientras trabajamos por un mundo más resiliente.
Los Cambios Positivos de Nuestra Nueva Realidad
A pesar de la tragedia, los últimos cinco años han traído transformaciones que, en muchos casos, han mejorado nuestras vidas. Uno de los legados más notables del COVID-19 es la revolución del trabajo remoto. Lo que comenzó como una necesidad en 2020 se ha convertido en una norma para millones de personas. Empresas de todo el mundo han adoptado modelos híbridos, dando a los empleados mayor flexibilidad y reduciendo las emisiones de carbono asociadas a los desplazamientos diarios. Según un estudio de la Universidad de Stanford, la productividad en muchos sectores no solo se mantuvo, sino que aumentó, demostrando que el trabajo no necesita estar atado a una oficina.
La pandemia también aceleró la digitalización a una velocidad sin precedentes. Desde la telemedicina hasta la educación en línea, herramientas que antes eran opcionales ahora son esenciales. En 2025, más del 60% de las consultas médicas en países desarrollados incluyen alguna forma de atención virtual, lo que ha mejorado el acceso a la salud para comunidades rurales y personas con movilidad reducida. Asimismo, plataformas educativas como Coursera o Khan Academy han democratizado el aprendizaje, permitiendo que millones de estudiantes en todo el mundo accedan a cursos que antes estaban fuera de su alcance.

Otro punto a favor es el renacer de la solidaridad global. Aunque los primeros meses de la pandemia estuvieron marcados por el acaparamiento de mascarillas y vacunas, con el tiempo emergió una colaboración científica sin precedentes. El desarrollo de vacunas en menos de un año —un logro que normalmente habría tomado una década— es un testimonio del poder de la cooperación humana. Hoy, esa misma mentalidad impulsa esfuerzos para enfrentar otras crisis, como el cambio climático, con iniciativas como el Pacto Verde Global, firmado en 2024.
Los Retos que Persisten
Sin embargo, no todo es un panorama optimista. Los últimos cinco años también han expuesto y agravado desigualdades estructurales que aún debemos resolver. La brecha digital sigue siendo un obstáculo: mientras las clases en línea florecen en algunas regiones, millones de niños en países de bajos ingresos quedaron excluidos de la educación durante la pandemia y aún luchan por recuperar el terreno perdido. La UNESCO estima que el cierre de escuelas afectó a más de 1,600 millones de estudiantes en 2020, y los efectos en su desarrollo académico y emocional podrían durar generaciones.
La salud mental es otro desafío crítico. Las tasas de ansiedad y depresión se dispararon durante la pandemia y, aunque hemos avanzado en normalizar las conversaciones sobre bienestar emocional, los sistemas de salud pública aún carecen de recursos suficientes para atender la demanda. En 2025, uno de cada cuatro adultos reporta síntomas de estrés crónico, según la OMS, un recordatorio de que las cicatrices del aislamiento y la incertidumbre persisten.

Finalmente, el auge de la desinformación sigue siendo una amenaza. Las teorías conspirativas que circularon durante la pandemia han evolucionado en movimientos que socavan la confianza en la ciencia y las instituciones. Combatir este fenómeno requiere no solo educación, sino también un esfuerzo colectivo para reconstruir la fe en las narrativas compartidas.
Mirando Hacia el Futuro
Han pasado cinco años desde que el mundo se detuvo, y aunque hemos emergido transformados, el viaje está lejos de terminar. Hoy vivimos en una realidad más conectada pero también más frágil, donde la resiliencia y la empatía son más valiosas que nunca. Mientras honramos a quienes perdimos, debemos abrazar lo mejor de este nuevo mundo —la innovación, la flexibilidad, la solidaridad— y enfrentar con determinación los retos que quedan por delante. El COVID-19 nos enseñó que el cambio es inevitable; ahora depende de nosotros decidir qué tipo de futuro construiremos con esas lecciones.
